2 Reyes 5:1-14 Nos narra
la historia de Naamán, un hombre que tenía autoridad, era adinerado, valiente,
tenía un alto cargo, influyente y estimado. Sin embargo afrontaba una situación
que le agobiaba, “era leproso”. Sobre esta realidad no había poder de solución
en su autoridad, ni en su dinero, ni en valentía, ni en sus influencias- Solo
una influencia sobrenatural podía ayudarlo a salir de aquello. Y así fue, Dios
le sanó a Su manera…
Todos los seres humanos
vivimos situaciones como la de Naamán. Tal vez no tengas lepra en tu piel, pero
puedes tener “lepra en el alma”, algo en tu ser interior que te carcome y te
arranca a pedazos la paz, el amor al prójimo, el buen ánimo, el gozo y te roba
la bendición. Quizás tengas otro tipo de enfermedad física o situación
relacional deteriorada. Es posible que tu vida financiera, tus relaciones
familiares o tus condiciones laborales no vayan como desearías. En la mayoría
de estos casos no hay poder de solución humano en el hecho de ocupar cargos de
autoridad, no hay respuesta en el dinero, en las fuerzas personales, ni en las
influencias. Es ese tipo de situación donde pareciera que estamos arrinconados
por Dios, porque de otra manera, seguiríamos mirando como nuestra influencia
humana o poder de sugestión nos ayudaría a combatir esas yagas que delatan
nuestra descomposición.
Dios nos confronta con
nuestra realidad interna o nos hace ver la vulnerabilidad de nuestra condición,
para que entendamos que no se trata de nuestras fuerzas, conocimiento, ni
nuestro nivel de influencias lo que nos puede sacar del estado en que estamos.
Eres tú con la ayuda del Señor quienes tienen la solución. Tu porque debes dar
tu brazo a torcer, necesitas reconocer “que estás enfermo” y que no puedes
seguir disimulando; que lo que tienes quizás contamine a otros, y que tu
actitud hasta ahora no ha sido la correcta.
¡Que Dios nos muestre lo
que no vemos! Y nos haga ver que somos directamente responsables de nuestra
condición. De lo contrario, seguiremos dando coses contra el aguijón, y
haciéndonos daño a nosotros mismos.
Dice 1 Juan 1:6 Si afirmamos que
tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, somos mentimos porque no
ponemos en práctica la verdad.
Muchas veces podemos
perder bendiciones por altivez, si las cosas no se hacen como queremos, si no
se nos tiene en cuenta, si no se nos exalta como creemos ser dignos, entonces
preferimos permanecer con nuestro Ego alto, así se pierda la bendición. Además,
cuando hemos pensado que Dios va a actuar de una determinada manera, y Él
decide hacerlo de otra, pensamos que no va a responder y en consecuencia
dejamos de creer. Es necesario someternos plenamente a la soberanía de Dios,
humillando nuestro ser y renovando la forma de pensar.
Los tiempos, las sazones
y las estrategias para el cumplimiento de las promesas, están en la soberanía
de Dios. Tú y yo solo necesitamos creer, actuar bajo su guía y mantenernos
constantes en la fe y en las obras de la fe hasta que llegue lo esperado.
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