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sábado, 26 de septiembre de 2015


¿¡Y tu fuego qué?!


Levítico 6:12 "El fuego que arde en el altar no debe apagarse. El sacerdote deberá echarle leña todas las mañanas y acomodar sobre el fuego el holocausto, y quemará sobre él la grasa de las ofrendas de paz"

Hoy temprano en la mañana, una amiga me envío un mensaje que decía: "Volvamos al fuego, dejemos el activismo, el bullicio y las muchas ocupaciones. Tomemos tiempo a solas con Dios; Que el Espíritu Santo vuelva a ungirnos y renovemos nuestra vida espiritual". Lo que me llevó a reflexionar al respecto.
Pienso que esta frase es el resumen del llamado del Padre para que volvamos al "primer amor". 
No basta con ser perseverantes, pacientes o mantenernos a pesar de las circunstancias; La demanda de Dios va mas allá, y es: El deseo de que sigas con ese amor ferviente, en sencillez y tomando tiempo de calidad en Su presencia, adorando como cuando le amaste por primera vez.
Dice Apocalipsis 2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
Dejando a un lado todo lo que tenemos o sabemos "por basura", con el fin de avivar esa fuerte pasión por Jesús de entrañable y ferviente amor...que te llevará a querer pasar tiempo a solas con El.
Porque ciertamente las muchas ocupaciones y aun más, las actividades que realizamos para El mismo o personales, algunas veces nos distraen...y se nos pierde el camino al Altar.
¿En qué momento se apago ese fuego? ¿Qué día nos convertimos en cristianos profesionales o auto suficientes? ¿Cuando comenzamos a compartir nuestras lealtades y desordenamos las prioridades? Vamos a evaluarnos.
Dice Salmos 26:6 Lavadas mis manos y limpias de pecado, quiero acercarme a Tu altar Señor.
Vamos a despedir o la frialdad y frivolidad cristiana en que estábamos inmersos. Arrepentidos y dispuestos, encendamos ese fuego de Dios en nosotros como altar, sacerdote y sacrificio, hoy ¡mas que nunca antes!. Seamos la leña que en la madrugada que despierta al Eterno con olor fragante y en las noches demos mas que nuestro agotamiento, ese sacrificio mayor de un corazón dispuesto a clamar con ese amor vivo, buscando Su rostro, dirección y voluntad. 
Vamos a decirle hoy: Enseñarme a adorarte mi Señor, deseo mantener el fuego vivo ante Tu Presencia. Quiero agradarte mi dulce Salvador.

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