Todos cuantos hemos recibido la “Gracia Divina” e inmerecida del Padre, estamos en la obligación de actuar con gracia hacia nuestro semejante.
Con esto te quiero decir que es necesario dejar de ser jueces críticos, irritables, y con ganas de tener un poder sobrenatural para fulminar a algunas personas por ciertas situaciones que se presentan con las que no estamos de acurdo.
¿Recuerdan aquel hombre que le perdonó la deuda a otro, y ese otro salió a ahorcar a uno que le debía porque no le había pagado? Pues así actuamos muchos de nosotros con respecto a la gente que no encaja en nuestros parámetros idealizados de cómo debería ser o actuar: con intolerancia, rudeza y emitiendo juicio por nuestra boca- Que por cierto tiene el poder de producir vida o muerte.
Se necesita una gran dosis de gracia para que nuestras relaciones interpersonales funcionen; pero si en nuestro corazón el amor se ha enfriado, difícilmente reaccionaremos como debe ser ante los momentos de fricción o desacuerdo con nuestro prójimo. Por el estado de obstinación que está gobernado dentro nuestro.
La biblia registra que: “No olvidemos de donde el Señor nos ha sacado”. Eso siempre refrescará nuestra memoria con respecto a lo que nos dio Cristo “que No merecíamos”.
Y digo merecíamos, porque en la mayoría de los casos nuestra queja es: él no se merece eso…no se ha ganado esto otro ¡Que pague el precio como yo! Y mi pregunta es: ¿qué precio? Si todo viene de Dios y es para Dios.
Tenemos una idea distorsionada de lo que es pagar el precio y esto habla mucho de la condición de nuestro corazón.
Dice Efesios 4:2 Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor.
La regla de oro dice que debemos tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Es un efecto de siembra y cosecha. Este es un llamado a la revisión continúa de las intenciones de nuestro corazón y lo que nos motiva a actuar de la manera en que lo estamos haciendo.
Las Escrituras nos invitan a: Presentarnos ante el Creador como obreros aprobados que no tenemos de qué avergonzarnos.
El que recuerda que el amor cubre multitud de faltas, siempre actuará con gracia. En amar está el secreto.
¿Estás libre de pecados? ¿Te atreves a lanzar la primera piedra?
Entonces retira tu artillería en contra de la gente y llénate del amor de Dios. Solo así tendrás paz en tu alma.
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