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viernes, 27 de enero de 2017

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Hoy mientras oraba en horas de la mañana, me dijo el Señor: Yarahí, quiero que escribas sobre “Adoración”. En ese instante pasaron por mi mente pensamientos que me minimizaban y opacaban mi fe, pero me dije: Si él quiere, quien soy yo para negarme…
Y deseo comenzar diciendo que: Adorar no es comercializar con tu don ni exponer tu talento, tampoco es cantar bonito o tocar bien, mucho menos se trata de una moda o una onda en la que andan algunos creyentes. “Adorar es la forma en la que demuestras a Dios cuanto lo amas”.
Remontémonos por un momento al episodio bíblico donde María Magdalena irrumpió en aquella reunión religiosa sin ser invitada, ni tomar en cuenta la multitud que estaba en ese lugar, y postrada vació aquel perfume a los pies del Maestro, entre lágrimas, besos y palabras de agradecimiento. ¿Recuerdan la actitud de los discípulos? Si, de los miembros del círculo íntimo de Jesús, que gozaban de cierto estatus si se quiere; donde llenos de arrogancia al creer que conocían a su líder y que eso les daba autoridad moral como para juzgar a quienes se le acercaban, la menospreciaron y por un momento pensaron en sacarla de aquel recinto. Criticaron su postura y la mala manera en que gastó tan costoso perfume, la subestimaron y rechazaron. A lo que el Mesías respondió con una sabia exhortación, donde se podía leer entre líneas: Aprendan a adorar como es debido.
Recuerdo mis inicios en la vida cristiana, donde me veía adorando al Padre desde los atrios. Pero en la medida que lo he ido conociendo y con la revelación de que “el velo se rasgó”; Ya paso libremente al lugar santísimo (a esa cámara de amor dentro de Su corazón)- Donde entendí que soy deseable para mi Amado.
Y cuando por los afanes de la vida me alejo por un momento de ese lugar; Inmediatamente me hace saber de una manera u otra, que: Extraña mi adoración.
Sinceramente no me creo una gran adoradora, solo sé que a mi Dios  le agrada cuando lo adoro. Por eso para mí, es una invitación irresistible cuando me dicen: ¡Vamos, adoremos!
La actitud del salmista ante la necesidad de pasar tiempo solo adorando al Eterno fue expresada con la siguiente frase: Hacia ti extiendo las manos; me haces falta, como el agua a la tierra seca.
Dice Salmos 63:1 Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco “intensamente”. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Si hay algo que me ha enseñado mi Señor, es que a pesar que adorar involucra sentimientos, mi adoración no debe estar supeditada a ellos. Por eso, es que en muchas oportunidades, adorar se termina convirtiendo como en una terapia liberadora; Porque ¿Quién no sale renovado en Su presencia? Entonces entendí que: Después de ministrar a alguien, en medio de la prueba, cuando todo anda bien, antes y después de cada batalla, y aun cuando la rebeldía toca mi corazón- Debo sumergirme en una “profunda adoración”. Porque definitivamente, a Dios le enamora ver a un hijo suyo dispuesto a tocar su corazón y a recrearse en él, sea cual fuere la circunstancia de afuera. Entonces inevitablemente, lo toma en Sus brazos y lo cubre de amor.
En espíritu y en verdad, esa es la clave de todo.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”.

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