Hoy mientras oraba en
horas de la mañana, me dijo el Señor: Yarahí, quiero que escribas sobre
“Adoración”. En ese instante pasaron por mi mente pensamientos que me
minimizaban y opacaban mi fe, pero me dije: Si él quiere, quien soy yo para
negarme…
Y deseo comenzar diciendo
que: Adorar no es comercializar con tu don ni exponer tu talento, tampoco es
cantar bonito o tocar bien, mucho menos se trata de una moda o una onda en la
que andan algunos creyentes. “Adorar es
la forma en la que demuestras a Dios cuanto lo amas”.
Remontémonos por un
momento al episodio bíblico donde María Magdalena irrumpió en aquella reunión
religiosa sin ser invitada, ni tomar en cuenta la multitud que estaba en ese
lugar, y postrada vació aquel perfume a los pies del Maestro, entre lágrimas,
besos y palabras de agradecimiento. ¿Recuerdan la actitud de los discípulos?
Si, de los miembros del círculo íntimo de Jesús, que gozaban de cierto estatus
si se quiere; donde llenos de arrogancia al creer que conocían a su líder y que
eso les daba autoridad moral como para juzgar a quienes se le acercaban, la
menospreciaron y por un momento pensaron en sacarla de aquel recinto.
Criticaron su postura y la mala manera en que gastó tan costoso perfume, la
subestimaron y rechazaron. A lo que el Mesías respondió con una sabia
exhortación, donde se podía leer entre líneas: Aprendan a adorar como es
debido.
Recuerdo mis inicios en
la vida cristiana, donde me veía adorando al Padre desde los atrios. Pero en la
medida que lo he ido conociendo y con la revelación de que “el velo se rasgó”;
Ya paso libremente al lugar santísimo (a esa cámara de amor dentro de Su
corazón)- Donde entendí que soy deseable para mi Amado.
Y cuando por los afanes
de la vida me alejo por un momento de ese lugar; Inmediatamente me hace saber
de una manera u otra, que: Extraña mi adoración.
Sinceramente no me creo
una gran adoradora, solo sé que a mi Dios
le agrada cuando lo adoro. Por eso para mí, es una invitación
irresistible cuando me dicen: ¡Vamos, adoremos!
La actitud del salmista
ante la necesidad de pasar tiempo solo adorando al Eterno fue expresada con la
siguiente frase: Hacia ti extiendo las manos; me haces falta, como el agua a la
tierra seca.
Dice Salmos 63:1 Oh Dios, tú eres
mi Dios; yo te busco “intensamente”. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te
anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Si hay algo que me ha
enseñado mi Señor, es que a pesar que adorar involucra sentimientos, mi
adoración no debe estar supeditada a ellos. Por eso, es que en muchas
oportunidades, adorar se termina convirtiendo como en una terapia liberadora;
Porque ¿Quién no sale renovado en Su presencia? Entonces entendí que: Después
de ministrar a alguien, en medio de la prueba, cuando todo anda bien, antes y
después de cada batalla, y aun cuando la rebeldía toca mi corazón- Debo
sumergirme en una “profunda adoración”. Porque definitivamente, a Dios le
enamora ver a un hijo suyo dispuesto a tocar su corazón y a recrearse en él,
sea cual fuere la circunstancia de afuera. Entonces inevitablemente, lo toma en
Sus brazos y lo cubre de amor.
En espíritu y en verdad,
esa es la clave de todo.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente”.
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