Me reconcilié con Dios.

Una vez estando involucrada en las actividades de la iglesia y aun manteniendo una vida de oración disciplinada, el Señor me dijo: Hija, debes reconciliarte conmigo.

Y para hacer la historia larga, corta; Después de un rato de resistencia y batalla con la lógica humana, entré en mi habitación y a puerta cerrada con un corazón dispuesto oré al Padre…

Él me dijo: Ya no me adoras como antes, tus oraciones se han vuelto mecánicas y tus obras son automáticas- ¡Sabes tanto, que te comportas como quienes no saben nada! 

Parece como si no me conocieras; Has olvidado hacer lo que me complace por hacer lo que le agrada ver al público presente. Y aunque no te has alejado de mí totalmente, ya tu vida no me satisface.

No me quedó otra cosa que humillarme, reconocer mi condición, pedirle perdón, y comprometerme a volver al primer amor.

Pensé que mi restauración interna sería inmediata, pero no. A pesar de la experiencia sobrenatural que tuve en ese tiempo de intimidad con Dios, me dijo: Necesito que vengas a diario con esa misma actitud de contrición, que me adores no como una parte de tu esquema de oración sino como algo que necesita tu alma, y que dejes de hacer todo lo que no te he mandado hacer así sea para mi obra y puntualices lo que sí te he encomendado según tus dones y llamado.

Con mis ojos cerrados pude ver a Cristo al lado mío, y le pregunté: ¿Por qué la presencia del Hijo en específico para esta ocasión? A lo que el Señor me respondió: Porque en esta oportunidad necesitabas un Abogado, un sustituto, un libertador; que te refrescase la mente sobre tu identidad y propósito en él, y te ministrase nuevamente con el poder liberador de Su sangre.

Dice Job 22:21 Reconcíliate con Dios y verás que así te sucederán cosas buenas.

A veces pensamos que estamos bien, solo porque no nos hemos salido de la rutina religiosa que calma nuestra conciencia…Cuando en realidad nuestro corazón y nuestro espíritu tienen rato desconectados del cielo.

Nuestra condición interna siempre estará expuesta ante el Creador, a quien nadie puede burlar, por mucho que sepa manejarse en el arte del disimulo.

Imagínate ¿Qué carta escribiría a un millón de personas un día antes del juicio de Dios? ¡Necesitamos reconciliarnos con el Señor! Y esa reconciliación solo puede ser posible por medio de Cristo.

Vamos a revisarnos antes de que sea demasiado tarde, y a recordar que la única ruta para reconciliarnos con el Altísimo es: El arrepentimiento y la genuina conversión; Solo así vendrán tiempos de refrigerio para nuestras almas.

“Nuestro Padre no es conformista”. Aunque nos ama, para él nunca seremos suficientemente espirituales ni satisfaremos Sus expectativas en cuanto a nuestra fe- Siempre anhela más y más de nosotros- Por eso nuestro desafío diario debe ser “agradar su corazón”, superarnos a nosotros mismos en lo que hicimos ayer, y procurar niveles mayores de santidad y revelación.

Para esto no hay días feriados ni vacaciones colectivas. Se trata de escalar peldaños, con la certeza de que mientras más subimos, más de cerca lo podremos ver, y nuestro panorama hacia la vida tendrá una cosmovisión cada vez mayor y fascinante. Veremos a Dios más grande y al mundo más pequeño.

El que tiene oídos que oiga, y el que tiene entendimiento que entienda. 

Reflexión apta, solo para los inscritos en el Libro de la vida.