Tengo muchos años en el
evangelio, y a estas alturas de mi vida en Cristo he llegado a la conclusión de
que: Si no fuera por todas esas veces en que las que fui “Quebrantada por el
Señor”, no podría haber llegado la persona que soy. ¡Aunque les confieso que ser
quebrantado, duele! Y en esos momentos de pleno dolor, jamás reconocí que era
necesario, hasta después de salir de él.
El diccionario dice que
quebrantar es: Romper de forma violenta una cosa dura, especialmente sin que
lleguen a separarse del todo sus partes. Poner una cosa en estado o situación
de que se rompa con facilidad.
Las etapas de dolor,
frustración, rechazo, maltrato emocional, abusos, injusticias, etc. Las usa el
Eterno para quebrantarnos y luego restaurarnos como vasijas más fuertes y resistentes.
Y no que Dios sea malo o le guste vernos sufrir; Sino que como Creador
soberano, sabe que nosotros no tendemos aprender de otra manera sino por medio
de procesos duros…En aquellos que a veces pensamos que nunca podremos salir,
por esa especie de agonía que experimentamos antes de volver a resucitar, pero
bajo una condición más perfecta.
Y no me refiero a
endurecer el corazón como medida de defensa para sentir menos el dolor, sino de
dejarnos moldear así nuestro Alfarero deba aplicar mayor fuerza sobre nosotros,
para hacernos dignos contenedores de Su gloria.
Si hay alguien de quien
no debemos quitar la mirada, es de Jesús: Varón de dolores experimentado en
quebrantos. ¡¿Quién más que él para entendernos cuando somos afligidos en
nuestra humanidad!?
Dice Isaías 53:3 Fue despreciado y
desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como
uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.
Nadie es tan atrayente
como aquel que ha pasado por el proceso por quebrantamientos. Una persona
obstinada y egocéntrica sólo puede atraer a los demás después de que Dios la
quebranta. Veamos el caso de Jacob en el Antiguo Testamento. El luchó con su
hermano desde que ambos estaban en el vientre de su madre; Era astuto,
problemático y artificioso, aunque pasó por muchos sufrimientos durante su
vida. Cuando era joven huyó de su casa y fue estafado por Labán durante veinte
años. Su amada esposa Raquel murió cuando iban de regreso a casa, y José, el
hijo que más quería, fue vendido. Muchos años después, su hijo Benjamín fue
retenido en Egipto. “Jacob fue quebrantado por Dios una y otra vez”, y
experimentó numerosos infortunios. Pero después de todos estos golpes ¡cambió!
Durante sus últimos años llegó a ser una persona realmente transparente.
¡Cuánta honra se le dio en Egipto cuando se presentó ante Faraón y habló con
él! ¡Cuán hermoso es este cuadro! ¡Cuán claras fueron las bendiciones que dio a
sus hijos y nietos! Y todo gracias al quebrantamiento…
El fin de esa clase de
tratos, es formar en nosotros ese tipo de hijos sensibles espiritualmente, que
permanecen rendidos y sin resistirse a los designios del Altísimo (que no se
creen víctimas de la gente ni del destino sino hijos formados por un Padre que
quiere sacar lo mejor de ellos). Dios habita con los de corazón quebrantado,
con aquellos que han hecho la decisión de doblegarse y ser sensibles a la voz
del Espíritu Santo, para caminar con Dios de acuerdo a su Palabra- Entendamos
que, contender con Él, lo que hace es retener el producto final de su obra
maestra en nosotros.
Por eso hoy puedo afirmar
que el quebrantamiento tiene grandes beneficios. Somos fortalecidos en el
hombre interior, llevados a una gloria mayor, irresistibles a un Dios que nos
dijo que no desecha a los de corazón quebrantado y espíritu humillado, y aptos
para consolar a otros que pasan por aflicción.
Hay dolores necesarios, y
este es uno de ellos. Porque seremos: Liberado de la vergüenza y de las trampas
del maligno, perfeccionados en la humildad, sanados desde adentro, y preparados
para la eternidad.
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