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jueves, 19 de enero de 2017

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“Llorar con los que lloran”, no es cuestión de decirle a alguien que pasa por una pérdida: Te acompaño en tus sentimientos, ni darle palmaditas en la espalda a quienes tienen situaciones difíciles; ni mucho menos sentarnos a su lado a quejarnos a la par de ellos.
Cuando una persona pasa por un momento de aflicción, quizás lo que necesite sea unos oídos que le escuchen, un hombro para llorar, o unos brazos que lo abracen cálidamente durante unos minutos. También podría ser esa voz sabia que le diga con toda humildad: Te entiendo, yo he pasado por eso, pero más te entiende Jesucristo quien fue experimentado en quebrantos.
Pero sobre todas las cosas, necesitan de esa compañía que brinda el apoyo moral de una mano amiga…Porque habrá momentos en que las palabras sobren o tal vez no nos salga ninguna- Solo la espera de ese bálsamo Divino que sana las heridas del alma.
Dice Romanos 12:15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
Es totalmente fuera de lugar pretender hacernos los chistosos cuando alguien está pasando por un trance doloroso. Por eso cuando no sepamos que hacer, con pasar la mano por su hombro y orar al Padre por consuelo, será suficiente.
El amor, la compasión y la comprensión, son factores determinantes para actuar correctamente ante un hermano afligido, y ejercitarnos en el evangelio práctico.
Como los amigos de Job en un inicio, que fueron al verlo, rasgaron sus vestidos y lloraron con él. O como cuando Jesús fue al sepulcro de su amigo Lázaro junto a su familia, donde sencillamente “lloró”.
Dicen las Escrituras, que: La religión pura y sin mácula es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
No debemos evitar a los hermanos en problemas. Recordemos que es mejor estar en la casa del luto que en casa de banquete.
Es un principio como miembros del cuerpo de Cristo: Si un miembro se duele, todos los demás miembros se duelen con él.
¡Eso es ser verdaderamente espirituales!
Aun aquellos que nos hacemos llamar profetas o nos movemos en niveles proféticos; tomemos el ejemplo de Jeremías: Cuando el Señor le mostraba la decadente condición de su pueblo. Él se identificaba y sufría al lado del pueblo, con empatía y solidaridad. Caminó a su lado, les dio palabra de Dios y no los abandonó.
Consolemos con la misma consolación con la que hemos sido consolados, sin cuestionar la fe de nuestro prójimo, ni señalarle por ese momento de debilidad emocional.
Ayudemos a la gente a levantarse con un espíritu correcto, sin forzarlo ni juzgarlo; Como si fuésemos nosotros mismos que estamos en su lugar;  Y como nos gustaría que nos trataran si pasamos por procesos similares.

Simplemente, haz lo que haría Jesús. 

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