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lunes, 2 de noviembre de 2015


El Alto y Sublime.


Isaias 57:15 "Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para hacer vivir el corazón de los quebrantados"

Este verso nos relata cómo Dios se relaciona con los humildes y los arrepentidos. 
El Alto y Sublime Señor, bajó a nuestro nivel para liberarnos con su amor, porque a nosotros nos resultaría imposible subir a Su nivel para salvarnos.
Nuestro Padre Celestial es Sublime, por ser extraordinariamente bello y producir gran emoción al manifestarse entre Su pueblo. Su Altura es superior a la que se considera humanamente normal y en comparación con cualquier otro que se quiere asemejar a Su misma naturaleza. ¡No hay otro como El!
Dice Salmos 34:18 Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, El salva a los abatidos de espíritu.
La única manera de provocar la gloria del Altísimo y experimentar Su Sublime presencia, es con la sencillez de un corazón humilde y quebrantado ante El. Porque ningún altivo o auto suficiente, desleal o idólatra, podrá ser usado para causar esos encuentros sobrenaturales con el Eterno que traen consigo milagros, sanidades y prodigios.
Dice Isaias 66:1,2 El Señor dice: El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Donde podrían construirme una casa? ¿Donde podrían hacerme un lugar de descanso? ¡Yo mismo hice todas estas cosas, y así empezaron a existir! Yo, el Señor lo afirmo.
Quien no hace ostentación a sus virtudes, el que se arrepiente por no hacer la voluntad de Dios, cuando determinan dejar de irrespetar u ofender al Creador, los que desean ardientemente Su Presencia y claman por ella...Irremisiblemente el Alto y Sublime se les manifestarä, y nunca más serán iguales, pues Su unción perfecciona todas las cosas y les enamora para llevar una vida donde brotan los frutos del espíritu y se manifiestan los dones con poder y gloria.
No es por fuerza humana, ni existen unas palabras mágicas; Sencillamente, un corazón contrito y humillado nunca despreciaría nuestro Dios.

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