Eres Hombre
muerto
Gálatas 2:20 Y ya no soy yo
quien vive, sino es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el
cuerpo, la vivo por mi fe en el hijo de Dios, que me amó y se entregó a la
muerte por mí.
Cuando era nueva creyente, me la
pasaba peleando por mis derechos donde fuera, pretendía golpear a la gente con
la Palabra de Dios en la forma en que la declaraba, nunca me le quedaba callada
a nadie y me defendía de todo lo que me dijeran…a pesar que siempre fui muy
metida en la oración y en la lectura de Las Escrituras pero no le había rendido
el carácter al Señor.
Una vez, leyendo la paráfrasis de este texto en “La biblia al día” vi que
decía: “Estoy muerto y los muertos no sienten”, ¡Uf! (no se quejan, no
reclaman, ni se defienden) Aquello detonó mi espíritu y me pasó una película de
todos esos arrebatos que acostumbraba a tener. Y desde ese entonces propuse en
mi corazón actuar como muerta, ¡aunque, confieso que a veces resucito!
Dice: Cantares 7:10 Yo
soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí.
Cuando en el verso dice: “Ya no vivo yo”: denota que renuncié a mis
intenciones y deseos. Gálatas 5:24
dice: Pues los que son de Cristo Jesús han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
Es necesario entender que Cristo es ¡tan caballero!, que si no vamos a la
cruz voluntariamente, él no actúa en nuestras vidas de manera arbitraria; Por eso debemos rendirnos
en humildad y determinar que a partir del momento que llevamos nuestra vida a
la cruz, podamos comenzar a vivir la vida de Cristo, identificando que nuestra
muerte a la carne significa la obediencia absoluta a él.
La evidencia más grande de su amor, es que Cristo se entregó por nosotros-
Nuestra evidencia más grande de amor hacia él, debe ser que nos entreguemos por
entero, sin reservas, ni reproches, como él lo hizo cuando vino a salvarnos.
Más que por obediencia debería ser en reciprocidad a tan grande amor.
En Lucas 23, donde se relata la
crucifixión de Cristo, en los versos 40
al 43, menciona la actitud de uno de
los ladrones que estaba siendo crucificado al lado de él.
Cuenta, que uno de los crucificados a un lado de Jesús era un preso
político que le decía: “Si tú eres el
Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el ladrón al que estaban
crucificando al otro lado le reprendió diciendo: ¿Ni aún temes a tu Dios estando en la misma condenación?- Nosotros
merecemos este castigo, pero ¡él no ha hecho nada malo para merecerlo! Y
voltio y viendo a Jesús le dijo: Acuérdate
de mí cuando estés en tu reino. Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Aquel ladrón, a pesar que miraba un hombre moribundo, ensangrentado,
lacerado y aparentemente derrotado… también pudo observar a alguien noble, que
no respondía con maldición a las burlas e insultos, que pidió al Padre más bien
que les perdonara… que se sostuvo con un amor firme hasta el final. Si en ese
momento había hombres sin valor y que merecía morir era éste. Era un prototipo
de perdedor, tal vez por esa razón lo escogió Dios para demostrarnos Su
soberanía y amor.
Pero paralelo a esto demostró tener más fe en Cristo que muchos de sus
discípulos y seguidores, que no estaban con él al pie de la cruz y que
desertaron cuando las cosas se pusieron difíciles.
Tal vez lo vio comer con las prostitutas, amar a los humildes e interesarse
por los rateros de la calle- O tal vez no… aquel hombre estaba crucificado
junto a Cristo. “Solo en esa posición percibió el real sentido de estar crucificado
juntamente con Él”.
El llamado de ir a la cruz es para todo cristiano. Decidamos no bajarnos
para que lo que ahora vivimos en la carne, lo vivamos en la fe de el Hijo de
Dios. Es ahí donde está la victoria del creyente. Porque “Sin cruz no hay
victoria”.
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