El Gobierno de Dios.

Daniel 2:44 "En los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido, y este reino no será entregado a otro pueblo. Desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos reinos, y El permanecerá para siempre"

La Soberanía de Dios habla por si sola de Su derecho a Gobernar. Pero para que el gobierno y el Reino de los cielos sea establecido aquí en la tierra, debe haber arrepentimiento en el pueblo; es necesario reconocer que hemos confiado en nuestras propias fuerzas e imponer la voluntad humana.

Dice Mateo 8:32 Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.

Tal arrepentimiento radica en darle el timón de nuestras vidas al Señor, en rendirle nuestra voluntad para que sea El quien conduzca nuestro barco.

Una voluntad torcida y un gobierno humano con la mira solo puesta en lo material o terrenal, nunca será la solución de los problemas ni lo que nos lleve a puerto seguro.

Dios diseñó el universo para ser gobernado por El, porque justamente por Su naturaleza de Creador es quien sabe como funciona todo; pero nuestro pecado y rebeldía nos lleva a negarnos a Su Gobierno.

Dice Hebreos 12:28 Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia.

Para que los hijos del Señor traigamos Su Reino y Gobierno a la tierra, primeramente necesitamos estar sometidos a El.

Es posible que en medio del proceso sintamos que morimos, pero en realidad lo que está es salvándonos de la muerte. Quizás esto nos saque lágrimas, pero el Padre conoce nuestro futuro y sabe lo que nos conviene, lo que en verdad necesitamos y lo que nos conduce al cielo.

Es necesario que le entreguemos a Dios plena autoridad para gobernar nuestras vidas, familia, iglesia y nación; porque el hombre es falible y se equivoca pero El no.

Mientras más le cedamos territorio, aumenta el gobierno Divino, el cual es el único que garantiza una paz que no tiene fin, una justicia que no se pervierte y hace que rija el amor y el derecho.

Dios vindicará por completo Su derecho a ser nuestro Soberano y veremos Su gloria todos los días de nuestra vida. ¡Aleluya!