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domingo, 18 de octubre de 2015


Solo frente a la soledad.


Deuteronomio 31:8 "El Señor mismo irá delante de ti, y estará contigo; no te abandonará ni te desamparará; por lo tanto, no tengas miedo ni te acobardes"

Existen tratos de Dios con nuestras vidas, donde provoca que quedemos solos por un tiempo para que no haya distracción al escucharle o porque desea que desarrollemos nuestra relación con Él. El detalle está en que sepamos discernir ese tiempo para seguir Sus instrucciones y entendamos la culminación del mismo.
También hay veces en que nosotros provocamos esa soledad por nuestra actitud clasista o porque sentimos que no hay nadie en quien confiar. 
En fin, la soledad física tiene diferentes matices: falta de compañía, estar acompañado de una multitud con la sensación de soledad, abandono del prójimo, pérdida de un ser querido o aislamiento.
Dice Juan 14:18 No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes.
En oportunidades, ocurre que andamos en una dimensión con Dios incomprensible por quienes nos rodean, al punto de vernos como anormales. Por ejemplo: hay profetas o guerreros espirituales difícil de entender por su posición y lenguaje espiritual que manejan; Aunque podría ocurrir que se montaron ellos solos en un pedestal tan alto que provoca que la gente les huya...
Este tema es delicado porque en cualquiera de los casos, muchos sufren por la soledad. Hasta el mismo Jesús fue dejado solo en el momento en que necesitó que sus discípulos oraran con El.
Dice Isaias 49:15,16 ¿Acaso se olvidará la mujer de su bebé, y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque ellas se olviden Yo no me olvidaré de ti. He aquí en las palmas de mi mano te tengo grabada...
Orar al Padre en esos tiempos es la mejor forma de hacerle frente a la soledad; También la sana comunión con el prójimo, sin apego ni dependencia está en segundo lugar para esos tiempos donde no suele haber gente como antes a nuestro lado. 
Aprovecha esos momentos, recuerda que "soledad no es lo mismo que estar solo". Estar solo te da la oportunidad de retirarse, descansar, hablar con Dios, reflexionar y escuchar el consejo del Señor.
Aprendamos a valorar las buenas compañías, desarrollemos la paciencia, evaluemos nuestra condición interna y no demos lugar a la depresión ni pensamientos de poca fe. 
Dependamos del Creador y pidámosle que nos rodee de verdaderos amigos. 
Y en lo que dependa de nosotros, no abandonemos al amigo, que es como un hermano en tiempo de pruebas.

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