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martes, 25 de noviembre de 2014

Dios y el Consumismo.

Proverbios 17:1 Más vale comer pan duro y vivir en paz, que tener muchas fiestas y hacer banquete donde hay discordia.

La cultura dominante del materialismo se enfoca en el hombre junto con sus placeres y lo ha envuelto de tal manera, que muchos ya han hecho del dinero un dios; Todo lo nuevo que sale al mercado lo quieren obtener, así no lo necesiten y ya tengan uno que está en perfecto estado. Los dominados por el consumismo dicen: ¡Yo quiero eso! Y sus conversaciones normalmente están basadas en compras y ventas, innovaciones tecnológicas que adquirir, así les quede solo para comer en casa pan con mantequilla y deban el colegio de sus hijos- Se trata de consumir todo lo bueno y evitar cualquier molestia, buscar gratificación inmediata, exigir derechos personales, disfrutar cierta fama y popularidad y por supuesto ¡estar en todo! Algunos llaman a eso “Felicidad”.
A la vista de Dios, los valores de una cosmovisión realmente bíblica son todo lo opuesto, porque se enfoca en el Reino de los Cielos, en lugar del ego y el capricho antojoso del hombre. La vida centrada en Cristo se trata de dadivosidad con el necesitado, amor solidario, humildad y contentamiento con lo que se tiene en el momento, a sabiendas que Dios provee abundantemente y prospera cuando y como quiere. Dice: Lucas 12:15 Y os digo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
Lo triste de dejarnos dominar por el consumismo y amor al dinero, es que cuando nos venimos a dar cuenta… ya no hay tiempo para sentarnos a comer en paz con nuestra familia, ni para compartir un café con los amigos, por las múltiples actividades para “adquirir y adquirir”, que hemos puesto por encima de nuestras relaciones familiares y afectivas y el trabajo para Dios, alterando el orden Divino; Solo tenemos debates por lo que queremos comprar cuando nos sentamos a la mesa. Esto es el producto de que las cabezas de hogar han enviado un mensaje: “Somos un hogar consumista”.
En esa lucha por la adquisición, buscan un estatus social superior en el que realmente su nivel adquisitivo no encaja, y ese es el engaño más grande que existe en todas las sociedades, por eso todo es plástico y superfluo con respecto a sus ambiciones. Nuestro real estatus social debería ser la gente con quien podamos compartir las cosas de Dios y comunicarnos sinceramente, sin pretensiones ni mascaras.
Las posesiones en sí no son un fin, sino un medio para lograr algo mejor. Como por ejemplo: El fin no es la cama o el buen colchón, sino dormir mejor y en paz.
Para algunos la vida se ha convertido en una carrera voraz hacia los logros materiales o intelectuales, lo que en algunos casos es legitimo pero en su mayoría se pasan de la raya. Solo quieren  Ser, tener, estar, llegar, alcanzar, acumular. Vamos corriendo hacia el bienestar material y hacia la preeminencia social, profesional, intelectual o política.
Ser visionario y querer superarse es bueno y legítimo, pero ¡Cuidado con los extremos! Recuerden que la línea entre lo legítimo y lo que nos saca del orden Divino es muy delgada. Dice: 1 Timoteo 6:9  Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.
No caigamos en la trampa del materialismo y el consumismo. Debemos dedicar nuestra lealtad y prioridad a las cosas que no se marchitan y ser equilibrados. No debemos llegar al extremo de fascinarnos tanto por las posesiones que seamos sus esclavos.
Deberíamos hacer algunos recortes adquisitivos para disciplinarnos al respecto, y elegir agradar a Cristo, darle tiempo de calidad a nuestra familia y a nosotros como templo del Señor. Todo exceso es malo, así que metamos todo en la balanza Divina antes de emprender un camino por la senda incorrecta.



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