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domingo, 2 de noviembre de 2014

Una Mala Raíz



1 Timoteo 6:10 Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males; y hay quienes por codicia, se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos.

Hay un dicho popular que dice: “El dinero no te lleva a la felicidad, pero te deja a una cuadra”. Y es que es realmente una bendición contar con las finanzas necesarias para cubrir nuestras necesidades  y poder ayudar a otros. El dinero no es una maldición ni nada que se le parezca- lo que pasa es que vivimos en un mundo tan materialista, que ha hecho del dinero su dios. Gracias a Dios que no todos los seres humanos tienen esa debilidad, pero la línea entre que nos guste el dinero y lleguemos a amarlo más allá de los límites es muy delgada. Mateo 6:24 dice: Porque ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrece a uno y ama al otro, o estima a uno y menosprecia a otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
El amor al dinero es ese afán desmedido por obtener riquezas o posesiones en el que la persona se enfoca a tal punto, que ese llega a ser su único norte y se hacen esclavos de ello, al extremo de vivir solo para eso- entonces realmente no viven, solo existen. La crítica del apóstol Pablo no va dirigida al dinero como tal, porque el dinero no es malo en sí mismo; El señala apunta el amor al dinero y al afán por la obtención del mismo. Dice en: 1 Timoteo 6:9 Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.
La mayoría de la gente todavía cree que el dinero es sinónimo de felicidad: vemos mujeres jóvenes y bellas casadas con ancianos multimillonarios solo por la mera ambición del dinero; gente rica con ansias de más riquezas y poder… mientras más tienen más quieren; hombres que arriesgan sus vidas en negocios ilícitos por obtener altas ganancias de manera fácil; Y sin ir muy lejos: hermanos en la fe que salieron de abajo y viéndose en un estatus económico más alto, manipulan al pueblo yéndose más allá de las Escrituras y de la dirección del Espíritu para llenar sus bolsillos. Hay un texto muy crudo que habla al respecto en: Zacarías 11:1,2 Y dice: Así ha dicho Jehová mi Dios: Apacienta las ovejas de la matanza, a las cuales matan sus compradores, y no se tienen por culpables; y el que las vende, dice: Bendito sea Jehová, porque he enriquecido; ni sus pastores tienen piedad de ellas.
La “avaricia” a la que lleva el amor al dinero conduce a toda clase de maldad: primeramente nos separa de Dios, nos lleva a tener problemas matrimoniales, a robar, a tener disputas por dinero siempre, etc. Nos esperará una lucha cuerpo a cuerpo con nosotros mismo y mucho por qué morir. Hasta que por último, sabremos que hemos vencido y Dios volvió a tomar el lugar que le corresponde en “El trono de nuestro corazón”  volviendo a creer Su Palabra y a dar frutos en ella. Dice en: Marcos 4:19 Pero las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril.
La pregunta de rigor debería ser ¿Cuánto es suficiente?, en Eclesiastés 5:10 dice: El que ama dinero, no se sacia de dinero; y el que ama mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. Mientras estemos dominados por el amor al dinero nunca consideraremos que tengamos suficiente. “Los que creen que el dinero lo hace todo, suelen hacer cualquier cosa por dinero”.
El Señor de las riquezas es “Mammón” (a este tenemos que atar y prohibir se enseñoree de nosotros) pues lo único que produce en el corazón del hombre es avaricia, codicia y traición, cosas que nos roban la comunión con el Padre. Este comanda a otros como los que antes nombre: avaricia, codicia, traición, consumismo, deudas, etc. A todos estos debemos desalojar de nuestras vidas en el nombre poderoso de Jesucristo, renunciando a ellos, reprendiendo al maligno y arrepintiéndonos ante el Eterno por haber abierto puertas y dado derecho legal para que entrasen.

Oremos al Señor como lo hizo el proverbista en Proverbios 30:7-9 Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera; vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; No me des pobreza ni riqueza; mantenme del pan necesario, no sea que me sacie y te niegue, y diga ¿Quién es Jehová? O siendo pobre, hurte y blasfeme el nombre de mi Dios.

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