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martes, 2 de diciembre de 2014

Depende del Cristal 

con que lo Mires.



Juan 7:24 "No juzguen por la apariencia, sino juzguen con justo juicio"

En estos días caminaba por un centro comercial con un amigo; El sitio estaba abarrotado de asiáticos que caminaban como si el lugar fuera suyo, de manera descortés caminaban casi atropellando a la gente y a la hora de toser algunos casi lo hacen en la cara de los demás- Andaban como en el patio de su casa. Y yo le comento a mi compañero: Estos asiáticos me parecen unos abusadores y falta de respeto, están en un país extranjero y aparte que se creen los dueños no muestran ni una pizca de educación con nadie. A lo que el me respondió: Amiga, ellos son gente que en su propia tierra vivieron oprimidos y abusados; por eso al llegar aquí andan como al que sueltan de una prisión. Y me recordó lo que dice Éxodo 22:21 Al extranjero no maltratarás, ni oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto.
Uf...solo me quedó bajar la cabeza y meditar en mi mala manera de ver las cosas.
Los seres humanos tendemos a emitir juicio con suma rapidez sin tomar en cuenta mas que nuestra propia opinión o lo que escuchamos de alguien. Así como cuando juzgaron a Jesucristo por violar la ley de Moisés al sanar a un hombre el día de reposo.
No procesamos nuestra percepción de las cosas, ni evaluamos el entorno, ni nos colocamos en el lugar del otro, solo soltamos la maldición por nuestra boca con toda ligereza nada mas. Dice Zacarias 7:9 Así ha dicho el Señor: Con juicio verdadero juzguen, con misericordia y compasión cada uno con su hermano.
La Biblia establece que si nuestro ojo es malo todo nuestro cuerpo esta lleno de tinieblas. Por lo tanto si andamos viendo bajo un esquema egoísta y con el corazón contaminado; todo lo vamos a ver feo, malo y sospechoso.
Cuando notemos que estamos juzgando todo para mal, debemos ir inmediatamente a la presencia del Padre a pedirle que limpie nuestro corazón y nos perdone; porque no puede ver bondad y pureza un corazón contaminado.
Vamos a convertirnos en personas sensibles, profundas, maduras, espirituales y llenas del amor del Señor, porque esa es la única manera que podemos ver a la gente, el mundo y la vida, a través del cristal correcto.

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