Un Veneno para el Alma
Hebreos 12:15 Tengan cuidado de que ninguno de ustedes pierda el favor de Dios; ni
sea como mala hierba, pues esto los puede perjudicar a todos.
¿No les ha pasado que al probar algo creen que van tener una sensación
dulce a su paladar en su boca resulta un terrible amargor? ¡Qué sensación tan
desagradable! Eso mismo se siente cuando tenemos que relacionarnos con gente
amargada; o que los amargados seamos nosotros y la gente deba relacionarse con
uno.
Hebreos señala que ésta condición del alma “contamina y perjudica a todos”.
Dice: Deuteronomio 29:18 No sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia
o tribu, cuyo corazón se aleje hoy del Señor nuestro Dios para ir y servir a
los dioses de aquellas naciones; no sea que haya entre vosotros una raíz que
produzca fruto venenoso y ajenjo. Ese amargor es producido del
alejamiento gradual de nosotros con el Señor y cuando os venimos a dar cuenta, todo lo que vemos y vivimos es para criticarlo y
no disfrutamos de las cosas bellas de la vida por esa condición de nuestro
corazón.
Todo comienza con una llamada de atención: “Mirad Bien”, es decir
¡Revísate! En lenguaje coloquial aquí en
Venezuela diríamos ¡Mosca!, ¡pilas!, ¡ojo pelado! no dejas que la amargura eche
raíces en ti porque trae como consecuencia, la “Pérdida de gracia y los
pleitos”.
Por lo general la amargura es el
resultado de alguna ofensa o relación rota y sin restaurar o sin pedir perdón por
ninguna de las partes. En algunos casos las ofensas son reales, pero en otros
casos podrían ser imaginarias; Entonces esto se convierte en un círculo de
tortura. Una vez ofendida la persona, no siempre saca ese veneno sino que lo
guarda en su corazón, luego comienza a pensar en la ofensa y hasta la murmura
una y otra vez dentro de sí- Y esto lleva a ese ser amargado a estar siempre
transfiriendo la culpa de su condición a la otra persona que le provocó la
ofensa…y en eso se pasa la vida. Lo triste de todo esto es que: “Ninguna persona puede ser un mensajero
de paz llevando amargura en su corazón, porque la amargura es veneno para el
alma”.
La amargura es causante de serios problemas en la vida del creyente, esta
es una especie de espíritu que se convierte en enfermedad con síntomas y
consecuencias que afectan: física, emocional y espiritualmente. Hay gente que
tiene a la amargura como compañera de
viaje- la sienten muy suya; aun no se han dado cuenta del tipo de detonante
espiritual y emocional que es para ellos y los que los rodean.
Existen enfermedades con el nombre de psicosomáticas que son afecciones en
el alma que se reflejan en el cuerpo y muchas de ellas son causadas por esta
condición de “alma envenenada”. Y en el
aspecto espiritual, se puede entender que existen problemas en el alma que se
reflejan en el cuerpo a través de enfermedades.
Una de las causas más comunes por lo cual una persona puede amargarse es
por las injusticias. Todos hemos vivido situaciones desagradables en la vida,
pero el problema no son las situaciones, sino cómo las asumimos, ya que cuando
no buscamos superarlas y sanarnos rápidamente, puede ocasionarnos pérdida de
bendiciones y llegar a afectar hasta nuestro cuerpo.
Se le llama “Raíz de amargura” porque es
algo que no se ve a simple vista; algo que está subterráneo, solapado, punzando
en las aéreas más profundas de nuestra alma. Por eso, pocas personas podrán
admitir que tienen esta enfermedad del alma, por cuanto está muy bien oculta-
pero Dios sí la ve y nuestros actos la evidencian.
Es necesario escudriñar nuestro corazón y examinar si hay en él amargura.
La amargura es un enemigo que muchas veces pasa desapercibido, impidiendo
que el pueblo de Dios alcance la Gracia.
Uno de los antídotos más potentes contra la amargura se llama “Perdón”.
Perdonar a quien nos hirió, a nosotros mismos y pedirle perdón a Dios por no
confiar en Su justicia y suficiencia. Dice: Colosenses 3:13 Soportándoos unos a
otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como
Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros.
Otro antídoto para la amargura es “ir a la presencia de Dios a buscar
reposo y dirección”: pero sobre todo entregarle no solo de palabras sino de
hechos con nuestra impotencia, dolor y heridas. Dice: Salmos 73:17 Hasta que
entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos.
Pero el antídoto más poderoso es “el amor”, porque el amor todo lo sufre,
todo lo soporta, todo lo cree y nunca deja de ser.
Ama, perdona y pasa la página. Tú eres responsable
que el capitulo que se escriba hoy de tu vida sea de victorias o de fracasos.
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